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martes, 12 de abril de 2016


                                                          DESDE LAS PLEYADES




La neurociencia encuentra lo que los budistas saben desde hace siglos: no hay un yo constante.
Por Aimee Kuvadia
Evan Thompson investigador de la Universidad de Columbia Británica ha confirmado que la enseñanza budista del no-yo, o anatta (pali), anatman (sánscrito), es algo más que una teoría.
“Los budistas argumentan que nada es constante, todo cambia con el tiempo, tienes un flujo de conciencia cambiando constantemente. Y desde una perspectiva neurocientífica, el cuerpo y el cerebro son un flujo constante. No hay nada que corresponda a la noción de que existe un yo inmutable”.
La aceptación de esta realidad, de que nada permanece igual, debería ser muy liberadora, porque la gente ya no se definiría por sus pensamientos o se identificarían con una idea establecida de quienes son. Sus posibilidades serían infinitas.
Los monjes budistas han conocido desde hace miles de años lo que la ciencia está descubriendo ahora: Que la mente puede cambiar si se la entrena. La neuroplasticidad, (la capacidad del sistema nervioso para cambiar, adaptarse y moldearse a nivel estructural y funcional, mediante el desarrollo neuronal y cuando es sometido a nuevas experiencias) dota a las personas de la capacidad de crecer y evolucionar, triunfando sobre los malos hábitos y pudiendo convertirse entonces en los individuos que quieren ser.
Sin embargo, ni los budistas ni los neurocientíficos tienen una respuesta determinante sobre exactamente cómo se relaciona la conciencia con el cerebro. De hecho, las disciplinas divergen sobre algunos conceptos del tema. En el budismo se cree que existe alguna forma de conciencia que no depende de un cuerpo físico, mientras que los neurocientíficos (Thompson incluido), están en desacuerdo.
“En neurociencia, muchas veces nos encontramos con personas que afirman que el ‘yo’ es una ilusión creada por nuestro cerebro. Mi opinión es que el cerebro y el cuerpo trabajan en conjunto en el contexto de nuestro medio físico para construir un sentido del yo. Y me parece errado decir que solo porqué es una construcción, es una ilusión”.
Traducción de Helena Barquilla

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