Namasté

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martes, 25 de octubre de 2016


                                             DESDE LAS PLEYADES
                                        MINDFULNESS EN LAS AULAS
intentar acabar con el 'bullying' por la fuerza es inútil. Como cualquier otro trastorno conductual, necesita soluciones que ahonden en la causa de ese comportamiento, en la gestión de las emociones. Y eso es precisamente de lo que se encarga el mindfulness, y el objetivo del proyecto 'Lo Mejor de Mi', de la Fundación Vivo Sano, que consiste en llevar este método a los colegios de manera gratuita. Como explica su directora, Irina De la Flor, la idea es conseguir que las personas, en este caso los niños, se sientan más felices con lo que tienen y por lo que son, permitiendo que se conozcan mejor y puedan resolver los conflictos con los demás, que puedan perdonarse a sí mismos con facilidad y hacer lo mismo con el resto: "Mejorar su empatía y sus habilidades para comunicar el cariño y la comprensión. Son cualidades básicas para crear, al final, una sociedad más saludable donde las personas sean más felices y donde prevalezca la compasión, la generosidad, el respeto y el cariño por encima de todo", dice la experta.
Lo están recibiendo niños de primaria, pero también se está instruyendo a los profesores para que ellos mismos sean capaces de impartirlo. Y es que introducir la meditación dentro del programa educativo supone un punto de inflexión en el desarrollo de los pequeños, ya que se trataría de la primera apuesta seria por introducir el autoconocimiento y la Inteligencia Emocional en las aulas, vital para poner fin al acoso escolar. Y no solo porque ayuda a la víctima a afrontar la situación y a calmar la ansiedad producida por los ataques de sus compañeros, sino también para que los agresores aprendan a canalizar la rabia que les empuja al maltrato. "El mindfulness es una técnica para aquietar la mente y mantener una atención plena que permite a los niños estar en el aquí y el ahora", explica la experta. Por eso, al reducir ese 'ruido mental' que se apodera de sus cabezas, los niños están más tranquilos, mejoran su comportamiento, se muestran menos agresivos y, además, mejoran su concentración y atención durante las clases", añade.
Pero la Inteligencia Emocional que los pequeños aprenden en estos seminarios no se reduce a las aulas: "Les mandamos deberes que consisten en practicar este ejercicio en casa, especialmente cuando su mente entra en un estado negativo como la tristeza, la ansiedad o el enfado", explica De la Flor. Es más, asegura que son necesarias al menos ocho sesiones, aunque esto depende de la situación personal de cada uno. "La mente de los niños funciona un poco diferente a la de los adultos, pero por lo general las pautas que se dan en las clases les sirven a todos. Si bien es cierto que hay niños con mentes más activas que necesitan más tiempo, hasta en los casos de personas con algún problema psicológico, he observado que esta práctica les ha resultado tremendamente útil", conoce la directora.

El método, paso a paso

"Es muy sencillo: lo primero que hago es pedirles que adopten una postura correcta, sentados en una silla, con la espalda recta, los hombros relajados, las piernas separadas a la anchura de las caderas, las manos encima de las piernas y los ojos cerrados", cuenta la experta. "A continuación, comenzamos una respiración profunda, consciente. Es decir, poniendo atención al proceso mismo de respirar, como entra el aire por su nariz, roza la garganta, llega a los pulmones de forma que el pecho se hincha, prestando atención también al recorrido del aire en el sentido inverso en cada expiración", añade. Durante el resto de la sesión, De la Flor les pide que entren en contacto con su cuerpo recorriéndolo con su atención de abajo a arriba, intentando sentir las distintas partes que lo componen. "Para finalizar, cierro el ejercicio animándoles a que profundicen en esa serenidad interior para que alcancen lo que se denomina como el 'Estado de consciencia plena' donde nos des-identificamos por completo de los procesos mentales, entramos en un estado de pura observación y donde experimentamos la vida desde la aceptación, el 'no juicio' y la 'no identificación'", concluye.

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