Namasté

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Namasté , "La luz de Dios en nosotros, celebra su presencia eternamente en nuestros corazones"

lunes, 23 de enero de 2017


                                                   DESDE LAS PLEYADES

Cuando las personas escuchan la palabra compasión, suelen pensar en la amabilidad. Pero su estudio científico ha encontrado que el núcleo de la compasión es el coraje.

La amabilidad, en vez de ser lo que define completamente la compasión, es una forma específica de ser compasivo. Imagínate a un bombero que constantemente pone su vida en riesgo para salvar a otros. Ese acto en sí mismo es compasivo, pero fuera del trabajo, puede que el bombero sea una persona distante, o que tenga un temperamento irritable o que se le olviden una y otra vez los cumpleaños. El punto es que la gente amable no siempre tiene el coraje de comportarse compasivamente.

Una definición de diccionario de la compasión diría algo así como: “una sensibilidad hacia el sufrimiento de uno mismo y de los otros junto al compromiso de intentar aliviarlo”. Esta frase sintetiza dos procesos. El primero es el coraje de volverse hacia, relacionarse y entrar en contacto con el dolor y el distrés, en vez de optar por evadirlo o ignorarlo. El segundo es la disposición a adquirir la sabiduría que necesitamos para responder adecuadamente frente al sufrimiento.

El coraje de ser compasivo yace en la disposición y voluntad de ver la naturaleza y las causas del sufrimiento – ya sea en nosotros mismos, en los demás o, más ampliamente, en la humanidad. Estamos hechos a partir de genes que han evolucionado por millones de años y esos genes construyen nuestros cuerpos y nuestros cerebros —no los elegimos. Y estos cuerpos y cerebros son frágiles, susceptibles a las heridas, a una multiplicidad de enfermedades, al deterioro y la muerte.

Las motivaciones básicas que han evolucionado en nuestros cerebros tales como la búsqueda de status y poder, el sexo y el cuidado de la familia (compartidas con otros mamíferos), pueden llevarnos a quedar atrapados en la ambición auto-centrada y la mentalidad tribal, haciéndonos capaces de llevar a cabo crueldades terribles. Los humanos han sido fuente de sufrimiento unos de otros y de los animales por miles de años. La mente humana inventó la tortura y puede sentir placer en la venganza sádica. Y tal como otros animales, somos vulnerables a una amplia gama de sufrimientos mentales como el miedo, la depresión y la paranoia. Toma bastante coraje comenzar a comprender nuestra especie de esta manera.

Lo que también sabemos es que somos socialmente construidos. Si hubiese sido raptado a los tres años de edad por una banda de traficantes de drogas, entonces la versión de Paul Gilbert escribiendo este artículo no existiría. En cambio, podría existir una versión potencialmente fría, agresiva y defensiva de mí mismo. Puede ser una gran lección de humildad comprender que no somos más que una versión posible de nosotros mismos, la cual fue el resultado de nuestra crianza y nuestros contextos sociales.

También toma coraje ser consciente de que somos seres biológicos, construidos a partir de genes que nunca elegimos; tironeados por motivaciones y emociones que están predeterminadas y socialmente formados por los contextos y ambientes en los cuales de pronto nos encontramos. Tener todo esto en cuenta es la base de la sabiduría compasiva.

En pocas palabras, la forma en que somos no es nuestra culpa. Como elegimos comprender y trabajar con nuestros cerebros —para el bien de nosotros mismos y de los otros— es, sin embargo, completamente nuestra responsabilidad. Tal como hemos llegado a comprender la importancia de la higiene para reducir el riesgo de enfermedades, debemos aprender cómo construir ambientes socialmente justos y apoyadores que nutran lo mejor en nosotros. Hay muchas fuerzas que irán en contra de estos esfuerzos, y por eso el esfuerzo y el coraje son necesarios.

La gente puede tener miedo a la compasión creyendo que es una debilidad o simplemente indulgencia. Esto se debe principalmente a que no la comprenden y no reconocen el enorme valor de comprender las causas del sufrimiento y nuestra propia fragilidad. Sin embargo, investigadores de todo el mundo están descubriendo que al cultivar la compasión estimulamos varios sistemas fisiológicos que son excelentes para nuestra salud y felicidad, promoviendo también conductas éticas y pro-sociales de las que nos podemos beneficiar todos.

Podemos comenzar por nosotros mismos, pasando algunos momentos cada día pensando en cómo sería si viviésemos desde la versión más compasiva de nosotros mismos —cómo pensaríamos y actuaríamos. Luego podemos imaginar una dificultad en nuestra vida, respirar lenta y profundamente, crear un tono de voz interno amistoso, e imaginar de qué manera esta parte compasiva de nosotros enfrentaría ese problema. Uno no se tarda mucho en darse cuenta de que sería una forma bastante distinta a la forma en que una parte furiosa o ansiosa de uno mismo respondería, ese lado de uno que simplemente surge y se toma todo el control sobre nosotros mismos. Mientras más nos damos la oportunidad de imaginarnos en nuestra versión más compasiva, más probabilidades hay de que nos vayamos pareciendo a esta versión- más centrada, amable y asertiva.

La compasión no se trata solo de ser amable o suave y ciertamente no es una debilidad. Es una de las declaraciones de fortaleza y coraje más importantes entre los seres humanos. La compasión es difícil y poderosa, es contagiosa e influyente. Y de manera crucial, quizás sea el único lenguaje universalmente reconocido con la capacidad de transformar el mundo.

Por Paul Gilbert

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